Hugo de Rouen, Santo
Obispo y Abad, 9 de abril…
Hoy también se festeja a:
- • Hugo de Rouen, Santo
- • Liborio de Le Mans, Santo
- • Margarita Rutan, Beata
- • Eupsiquio de Cesarea de Capadocia
- • Valdetrudis, Santa
El cristianismo es una persona
Santo Evangelio según San Juan 3, 5a.7b-15. Martes II de Pascua
Por: Redacción | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo en ti. Humildemente te suplico que permitas que esta meditación me ayude a comprender que tu Palabra es mi luz y mi fortaleza, el alimento de mi alma, la fuente perenne de mi vida espiritual.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 5a.7b-15
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «No te extrañes que te haya dicho: ´Tienen que renacer de lo alto´. el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, per no sabes de dónde viene, ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó entonces: «¿Cómo puede ser esto?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Te lo aseguro: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús deseaba mostrar a Nicodemo que era un testimonio fiel de las cosas celestes. Él es Dios y conoce mejor que otro nuestras íntimas inspiraciones, así que, dado que se dirigía a un doctor de la ley, Jesús recuerda el episodio de la serpiente de bronce. Durante un largo camino, de Egipto a la Tierra Prometida, los hebreos se rebelaron contra Dios, y una calamidad debida a algunas serpientes les asusta, y diezma la gente. El pueblo pide perdón y Dios ordena hacer una serpiente de bronce, alzarla sobre un asta y mirarla. Todos aquellos que hubiesen contemplado su mirada se habrían salvado. Tal episodio preanunció la redención del hombre, y Jesús se lo mostró a Nicodemo.
Aquél que mira al «Hijo del Hombre» y cree en Él tendrá la vida eterna. En cierto modo también nosotros debemos proseguir nuestro camino en este mundo, siguiendo las huellas de Cristo. Porque aquél que muestra la fe en Cristo con su conducta está destinado a ser visto por todos. Es necesario para la salvación de aquellos que lo desean. Para podernos alzar como la serpiente de bronce y ser señal con la que Cristo cure el mundo de sus enfermedades, no es suficiente la «carne», es decir, no bastan las posibilidades naturales del hombre, sino que debemos estar dispuestos a aceptar el aliento del Espíritu, que nos sugiere el camino de Cristo en las diversas ocasiones.
Señor, ayúdame a ser parte activa de tu Cuerpo, de la Iglesia, con mi oración y mi trabajo. Aumenta mi amor por la Iglesia de la que soy parte, de tu mismo Cuerpo.
«No se comprende bien si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio. Jesús dice a los judíos: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy yo». En el desierto ha sido por tanto elevado el pecado, pero es un pecado que busca la salvación, porque se cura allí. El que es elevado es el Hijo del hombre, el verdadero Salvador, Jesucristo. El cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer las paces. Estas son las consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada en la Cruz, una persona que se aniquiló a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el desierto ha sido elevado el pecado, aquí que se ha elevado Dios, hecho hombre y hecho pecado por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí. No se entiende el cristianismo sin comprender esta profunda humillación del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo convirtiéndose en siervo hasta la muerte y muerte de cruz, para servir».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de abril de 2014, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, cuando la oportunidad se presente, hablaré sobre Cristo con mi familia, pidiendo previamente al Espíritu Santo que me ilumine.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cómo y porqué se redactó el Catecismo de la Iglesia Católica.
San Juan Pablo II nos lo explica en la Constitución Apostólica Fidei depositum.
Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.Net
El Catecismo de la Iglesia Católica es una profunda y sólida exposición de la fe y la moral católica, un excelente tratado de teología dogmática, fruto de veinte siglos de vida e investigación teológica cristiana.
El Papa Juan Pablo II nos explica en la Constitución Apostólica “Fidei depositum”, cómo y porqué re redacto y publicó. Estos son algunos párrafos seleccionados de dicha Constitución firmada por el Papa Juan Pablo II el 11-10-1992:
Desde su clausura, el Concilio no ha cesado de inspirar la vida eclesial. En 1985, yo pude afirmar: «Para mí —que tuve la gracia especial de participar en él y colaborar activamente en su desarrollo—, el Vaticano II ha sido siempre, y es de una manera particular en estos años de mi pontificado, el punto constante de referencia de toda mi acción pastoral, en un esfuerzo consciente por traducir sus directrices en aplicaciones concretas y fieles, en el seno de cada Iglesia particular y de toda la Iglesia Católica. Es preciso volver sin cesar a esa fuente»
En este espíritu, el 25 de enero de 1985 convoqué una asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio. El fin de esta asamblea era dar gracias y celebrar los frutos espirituales del concilio Vaticano II, profundizando en sus enseñanzas para una más perfecta adhesión a ellas y promoviendo el conocimiento y aplicación de las mismas por parte de todos los fieles cristianos.
En la celebración de esta asamblea, los padres del Sínodo expresaron el deseo de que fuese redactado un Catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, que sería como el punto de referencia para los catecismos o compendios que se redacten en los diversos países. La presentación de la doctrina debería ser bíblica y litúrgica, exponiendo una doctrina segura y, al mismo tiempo, adaptada a la vida actual de los cristianos. Desde la clausura del Sínodo, hice mío este deseo juzgando que «responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares».
De todo corazón hay que dar gracias al Señor, en este día en que podemos ofrecer a toda la Iglesia, con el título de «Catecismo de la Iglesia Católica», este «texto de referencia» para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe.
Un Catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para que se conozcan mejor los misterios cristianos y se reavive la fe del Pueblo de Dios. Debe recoger aquellas explicitaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los siglos. Es preciso también que ayude a iluminar con la luz de la fe las situaciones nuevas y los problemas que en el pasado aún no se habían planteado.
El Catecismo, por tanto, contiene «lo nuevo y lo viejo» (cf. Mt 13, 52), pues la fe es siempre la misma y fuente siempre de luces nuevas.
Pido, por tanto, a los pastores de la Iglesia, y a los fieles, que reciban este Catecismo con espíritu de comunión y lo utilicen constantemente cuando realicen su misión de anunciar la fe y llamar a la vida evangélica. Este Catecismo les es dado para que les sirva de texto de referencia seguro y auténtico en la enseñanza de la doctrina católica, y muy particularmente, para la composición de los catecismos locales. Se ofrece también, a todos aquellos fieles que deseen conocer mejor las riquezas inagotables de la salvación (cf. Jn 8, 32)
Este Catecismo no está destinado a sustituir los catecismos locales debidamente aprobados por las autoridades eclesiásticas, los Obispos diocesanos o las Conferencias episcopales, sobre todo cuando estos catecismos han sido aprobados por la Sede Apostólica. El Catecismo de la Iglesia Católica se destina a alentar y facilitar la redacción de nuevos catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas, siempre que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica.