Estanislao de Cracovia, Santo
Memoria Litúrgica, 11 de abril …
Hoy también se festeja a:
- • Barsanufio, Santo
- • Felipe de Gortina, Santo
- • Jorge Gervase, Beato
- • Antipas, Santo
- • Lanuino, Beato
Testigo
Santo Evangelio según San Juan 3, 31-36. Jueves II de Pascua.
Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva. Haz que este momento se convierta en un verdadero encuentro que me anime a hacer lo que debo hacer, andar hacia donde Tú me llamas y así, logre cumplir tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu. El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Más de alguna vez en la historia de la humanidad, el hombre encontró dificultades al querer conocer, alcanzar o entender a Dios. ¿Quién de nosotros no ha sentido, de alguna u otra forma, esta incapacidad?
Por eso, cada vez que leemos el Evangelio es volvernos a poner en presencia del que ha venido de lo alto como testigo de la luz, como testigo de lo que la inteligencia y la voluntad del hombre nunca hubiesen podido comprender. Ha entrado, en la vida de cada uno de nosotros, el Testigo del Amor puro, a fin de que nosotros podamos imitar este acto de donación.
Gracias a este hecho, ahora podemos hablar el lenguaje del cielo y pensar según los criterios que echan sus raíces en un plano sobrenatural. El arte del servicio, de la fidelidad y de la entrega incondicional sin recibir nada a cambio sólo se vive con una mentalidad sobrenatural.
Nuestra meta es ser testigos del que se nos ha presentado como la Bondad, la Belleza y la Verdad…
«Cada uno de vosotros, con vuestras limitaciones y fragilidades, podrá ser testigo de Cristo allá donde vive, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones y en los grupos, en los ambientes de estudio, de trabajo, de servicio, de ocio, donde quiera que la providencia os guie en vuestro camino».
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré testimonio de la Bondad, de la Belleza, de la Verdad en mi vida ordinaria.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Puede un cristiano creer en el mal de ojo?
Con la llegada del cristianismo esta -y otras creencias- se diluyeron pero han quedado restos, pero calificados como supersticiones, pues siempre lo fueron
Por: P. Julio de la Vega-Hazas // P. José Antonio Fortea | Fuente: Mercaba.org
El llamado mal de ojo es la persuasión de que una persona puede causar daño a otra con solo mirarla. Era algo muy extendido en el mundo pagano, de forma que se pueden encontrar ejemplos en todos los continentes. Quizás porque, en una cultura en la que se ve al hombre sometido a espíritus caprichosos y en ocasiones malignos, el simple hecho de que sobreviniera un infortunio poco después de que alguien nos mirara fijamente ya daba pie para pensar que el mal de ojo era una realidad.
Con la llegada del cristianismo todas estas creencias se diluyeron (ya antes el judaísmo las rechazaba, pero era una religión circunscrita al pueblo de Israel). Han quedado restos, pero calificados como supersticiones, pues siempre lo fueron.
En ocasiones se utiliza la expresión para expresar un conjuro, lo cual ya es algo distinto, pues se refiere a palabras: una maldición, un maleficio, es decir aquello que se hace para dañar a alguien con la intervención del demonio. Algunos inadecuadamente lo llaman mal de ojo, aunque nada tiene que ver con la mirada ni el ojo.
Es también supersticioso pensar que unas palabras pueden ser una especie de clave que desata fuerzas ocultas maléficas. Pero en ocasiones puede haber por medio algún tipo de intervención diabólica, lo que es algo distinto. Como toda intervención del diablo, alcanza solo hasta donde Dios permite que llegue, pero puede tener algún efecto. En el fondo, como sucedió con la vida terrena del mismo Jesucristo, Dios utiliza para el cumplimiento de sus planes incluso la maldad del demonio, por lo que no puede sorprender que siga ocurriendo alguna vez.
¿Qué hacer si uno tiene alguna sospecha de que alguien ha hecho un maleficio contra él? Primero habría que decir que -de existir intervención diabólica- casi nunca se puede llegar a la certeza de que tal intervención se está operando, incluso el especialista tendrá dificultad para tener tal certeza, mucho menos para una persona particular sin grandes conocimientos sobre el tema. Pero si un maleficio ha sido practicado el único modo de destruirlo es hacer justo lo contrario: invocar a Dios.
Es decir, si una persona ha invocado al demonio para hacer el mal, se trata de que la víctima invoque a Dios para que le proteja, le ayude y le bendiga. El bien siempre es más fuerte que el mal.
El P. José Fortea nos indica que a la gente que va a su parroquia diciendo que sufren un maleficio les digo que la única medicina y remedio es que hagan cada día lo siguiente:
-rezar un misterio del rosario
-leer cinco minutos el Evangelio
-hablar con Dios durante unos instantes
-la misa (dominical o con más frecuencia)
-colocar en la casa un cruficijo bendecido
-colocar una imagen bendecida de la Virgen María
-santiguarse con agua bendita una vez al día
Haciendo estas cosas el mal que sufren si es del demonio irá remitiendo. Pero si no remite en ninguna medida, eso sería signo de que no estaba provocado por un maleficio.
¿Y si no había maldición alguna?, pues a nadie le hace mal realizar lo arriba planteado.